Ejercicio 4 - Flujo de consciencia

Referente 1: John Fosse - El otro nombre

Referente 2: Clarice Lispector - La pasión según GH

¿Qué pasa por nuestra mente en un momento dado? Hay pensamientos, sí, pero también otras más cosas. Está lo que tenemos alrededor, los ruidos que se alcanzan a oír, toda la información que trae la percepción del cuerpo (el dolorcito del cuero recién arrancado en una uña, el hormiguear debajo de un pie, la rasquiña en la nariz), y lo que miramos y olemos.

Si se quedan quietos y callados y miran hacia dentro, hacia la actividad que les recorre la mente, verán que aún si estamos en silencio ahí adentro, detrás de los ojos y las orejas, hay ideas y contraideas; conversaciones con lo que tienen al frente y lo que han tenido al frente hace horas, días, años; hay diálogos de muchas voces que casi nunca se aquietan del todo.

Este ejercicio les propone sumergirse ahí e intentar reproducir parte de esa actividad en un texto. Como la actividad esa en la mente tiende a ser caótica, es posible que el texto también lo sea. Pero, al ser un escrito para esta clase, para ser leído por nosotros, ese caos debe ser controlado. Ahí la puntuación es fundamental porque esos pensamientos están llenos de subpensamientos, de aclaraciones, de interrupciones, de distracciones. Incluso hay paréntesis dentro de paréntesis, porque la gente se distrae, ¿quién no se distrae?, y luego le cuesta retomar el hilo por el que venía que era tan bonito y delicado y pertinente, pero que ahora ha quedado atrás porque hay alguien pitando y quién pita a esta hora, un motociclista, obvio, cómo no se matan más, no lo termino de entender, pero, igual, en cada accidente parece haber una moto debajo de un carro, de un camión, y es tan frágil el cuerpo y va tan desprotegido que, en realidad, se pregunta uno cómo no se matan más, o cómo no hay más gente caminando enyesada, en sillas de ruedas, con caminadores, porque son muchos los que se accidentan y seguro no todos mueren, muchos también quedarán vivos pero con problemas más o menos leves, incluso graves,  y a esa gente no se la ve tanto en las calles, pero venía pensando otras cosas que parecen haber quedado perdidas para siempre, sepultadas por la imagen de los motociclistas heridos, retorciéndose, con los rostros escondidos tras sus cascos negros, brillantes, mudos.

 ¿Qué sucede cuando intentamos fijar las dinámicas del pensamiento más caóticas, aleatorias, disparatadas con las palabras, sabiendo que estas palabras nos piden, siempre, precisión, concisión, que nos piden ser responsables ante las otras personas que las leerán y, por lo tanto, nos toca revisarlas y volverlas a revisar con todo el cuidado, no vaya y resulten incomprensibles, repelentes, odiosas, para ese lector que no conocemos pero imaginamos?

Más aterrizadamente, fue el sicólogo William James uno de los primeros en hablar del flujo de la consciencia y una parte importante de la literatura del siglo XX se dedicó a explorar la relación entre el mundo y la mente, cómo se da ese interacción entre lo experimentado y lo pensado. La idea en este ejercicio es que se examinen con cuidado en el acto de pensar, que sumerjan al lector en el presente del pensamiento, para ver cómo interactúa esa actividad mental con las emociones y estímulos externos.

Les repito lo que hizo una compañera de ustedes un semestre anterior porque me pareció una buena aproximación: alisten una libreta y un lápiz, acuéstense sin distracciones (celu y compu apagados) y miren al techo. Dejen que su mente deambule sin restricciones, mírense pensar y, a medida que se va consolidando un hilo de pensamientos, anoten una palabra clave en la libreta. Vuelvan al deambular de ideas y, de nuevo, cuando haya otro hilo, anoten otra palabra clave. Y así sucesivamente. Cuando se sienten a escribir el trabajo para la clase, aprovechen esa lista de palabras y recreen, a partir de ellas, los saltos que dan sus mentes.

Subrayo dos cosas. 

1. lo que se espera es una recreación de ese flujo de pensamientos en palabras —porque no está tan claro que la mente funcione con palabras (o solo con palabras)—, algo que reconstruya y dé una idea aproximada de lo que pasa o pasó allá adentro. 

2. No quiero que haya un "marco". Es decir, que digan cosas como "estaba sentado en un sofá cuando me acordé del señor que intentó atropellarme". Eso no. Algo así sí podría ser "qué descarado y sanguinario ese tipo, y me pita encima, y me grita. Yo le digo que a gritarle a su madre, a su abuela y a sus ancestros prehistóricos, pero en realidad ni se lo digo porque me lo trago, porque no quiero ser maleducado y hablar mal de ancestros prehistóricos que en realidad desconozco, como los míos, incluso, que ni sé qué hacían ni muy bien en dónde estaban, pero seguro haciendo las cosas que hacían hombres y mujeres prehistóricos, como asesinarse entre sí, y recolectar frutos y afilar piedras para asesinarse o, al menos, herirse y que las infecciones bacterianas luego terminaran la tarea del asesinato comenzadas por el raspón".

Es clave, y por eso insisto, que uno como lector se sienta sumergido en el presente de sus pensamientos (aunque ahí, claro, a menudo entran cosas que pasaron antes o especulaciones sobre lo que sucederá después). Importante también la manera como la escritura replica el ritmo interno de las ideas en su fluir.

Fecha de entrega: domingo 17 de agosto, antes de las 5 p.m.

Extensión: 700 - 1200 palabras

Exposición de los usos de la bakelita, con cerebros recubiertos de plástico.
Tomado de la colección de la Biblioteca Pública de Nueva York (NYPL).

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